Ruth Beitia cumple su sueño olímpico vestida de oro

A sus 37 años, la saltadora cántabra se despide de la competición olímpica en lo más alto del podio

Ruth Beitia es uno de los nombres más conocidos dentro del deporte español y del atletismo mundial. Tres veces consecutivas campeona de Europa y medallista mundial, la cántabra ya se había ganado un hueco en la lista de los elegidos. Sin embargo, en Londres 2012 había quedado cuarta y la «medalla de chocolate» nunca es plato de buen gusto. No sería justo que la mejor saltadora española de todos los tiempos se retirase sin conocer la cima olímpica. Pero por fin se ha hecho justicia.

El listón comienza en 1’88 metros. Lo saltan las 17 finalistas, aunque algunas con problemas. Tras el 1’93 solo quedan cinco saltadoras y nada más que tres lo han hecho todo a la primera, entre ellas, la española. La altura se pone en 1’97 y Ruth tiene que saltar a la primera. Y lo consigue. Por su parte, cuatro de sus principales rivales igualan la marca, pero todas con nulos previos. La búlgara Mirela Demireva y la croata Blanka Vlasic intentan llegar a los dos metros, pero no lo consiguen. Tampoco lo logra Ruth Beitia, pero le da igual: ya es campeona olímpica.

Una medalla de dos

En cuanto Ruth Beitia sabe de forma oficial que el título olímpico es suyo, a quien primero se dirige es a su entrenador, Ramón Torralbo. Juntos llevan trabajando 26 años, por lo que la saltadora cántabra no duda en compartir su medalla con la persona que le ha ayudado a llegar hasta lo más alto. «Esta medalla es al trabajo de 26 años con Ramón Torralbo, mi entrenador, mi 50%. Esta medalla es tanto suya como mía», reconoce.

«Los sueños se hacen realidad»

Tras los Juegos Olímpicos de Londres 2012, Beitia dejó la competición, pero dos meses después, volvió para quitarse «todas las penas de la mochila». Repitió un par de veces más el título de campeona de Europa y la última de ellas, en julio de este mismo año, aseguró que tanto física como mentalmente se encontraba mejor que nunca. Así lo ha demostrado también en Río 2016, de tal modo que la espina de Londres tenía que sacársela sí o sí: «Esto es un regalo que me ha dado la vida. Había hecho la mejor competición de mi vida pero hubo tres mejores que yo y no pudo ser. No sé si se ha hecho justicia».

 

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