20 Sep El peor trabajo del mundo
Isabel Arroyo Sauces
Dicen que el fútbol es lo más importante de las cosas menos importantes. También hay quien dice que el fútbol es la metáfora de la vida. Por supuesto, hay gente a la que no le da importancia ninguna al deporte rey y no entiende que otros se mueran por un partido. Bueno, las circunstancias de cada cual son distintas y cada persona es un mundo.
Hay gente a la que le importa muchísimo el fútbol porque este le da de comer
Hay quien le importa mucho el fútbol simplemente porque disfruta con él. Otros, aparte de ser aficionados, también viven indirectamente de este deporte. Y es que el fútbol no es solo Cristiano Ronaldo, Sergio Ramos o Leo Messi. Si no os lo creéis, preguntadle al dueño de cualquier bar cuánto hace de caja una noche cualquiera en un día laboral y cuánto, en una noche de Champions donde juega un equipo español y más, si ese equipo es de su ciudad. En cuanto a los clubes, estos no solo están formados por futbolistas, sino por una serie de trabajadores que consiguen que cada partido sea un espectáculo dentro del estadio. Y es precisamente ahí donde yo encuentro que está el peor trabajo del mundo.
La seguridad en el estadio: ¿A quién le toca el peor trabajo del mundo?
La foto que subo muestra a todo el mundo con mascarilla porque es de principios de la temporada pasada, cuando el uso de la mascarilla era obligatorio en los estadios e incluso aún había aforo limitado y distancia de seguridad. En los vídeos que he hecho viendo algún partido, reconozco que, cuanto más nos íbamos acercando a la normalidad, más me relajaba yo con este caso. Estaba obligada a ello ya que quien siga mi canal de YouTube habrá comprobado que no se me entiende igual con la mascarilla que mostrando mi boca.
Los guardias de seguridad que estén de cara al partido, bien, pero los que están de espaldas…
Cualquiera que haya ido alguna vez a ver un partido de fútbol sabrá que las medidas de seguridad son muy estrictas. Para empezar, hay que hacer una fila de hombres y otra de mujeres para hacer el primer filtro: enseñar el bolso o la mochila que lleves para comprobar que no llevas nada peligroso. Sin embargo, ahí no acaba la cosa: las filas se dividen por sexos para que te pueda registrar o bien un hombre o bien una mujer a través del tacto. En alguna ocasión, la guardia de turno se ha emocionado tanto registrándome que hasta me ha hecho daño.
Cuando la guardia de seguridad te registra a través del tacto, puede llegar a hacerte daño
Luego vienen los guardias de la santa paciencia. Yo los llamo así porque mi sentido de la orientación es nulo y si no hay un mapa de por medio, no distingo dónde está cada punto cardinal. Es entonces cuando voy de uno en uno para que me digan dónde está mi asiento y hasta que llego a este, le he tenido que dar a más de uno la tabarra porque nunca sé llegar. Una vez tomo asiento en mi localidad, miro al terreno de juego y los veo a ellos: a los guardias que ejercen el peor trabajo del mundo.
Los servicios auxiliares deben permanecer serios para darse a respetar. Están ahí por nuestra seguridad, se sacrifican por protegernos. Tanto es así que ellos ven las caras de emoción de los espectadores y, por qué no, los escucharán comentar las jugadas. En caso de que yo vaya a ver el partido, también se tienen que tragar mis chillidos y berridos. Pobrecitos.
¿Habrá peor trabajo que estar de espaldas a un partido de fútbol?
Termina el partido y, salvo que haya un empate, siempre hay un ganador. Luego están los campeones del estadio, que no siempre tienen por qué ser futbolistas. Para mí son ellos, esos guardias y servicios auxiliares que son capaces de no mirar el terreno de juego en los 90 minutos que dura el partido y se pierden todos los goles por mucha intriga que tengan. Y todo con el fin de que la fiesta acabe bien. Desde el punto de vista de una aficionada como yo, no está pagado con nada el peor trabajo del mundo.
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