23 May Atlético de Madrid-Athletic de Bilbao: Lágrimas de despedida
Isabel Arroyo Sauces
Alrededor del estadio comenzó su andadura en el Vicente Calderón y hasta a mí que no soy atlética me da pena pensar que este blog ya nunca más volverá a la casa que lo vio nacer. Era un día muy especial para la familia rojiblanca, la cual ya llevaba meses advirtiéndome de que el día en que se jugara el último partido iban a llorar absolutamente todos. Y así fue.
Lágrimas de pena, lágrimas de amor
El primer atlético que me encontré camino del estadio fue un vecino mío que con mucho tiempo de antelación ya iba camino del estadio con su bufanda al cuello. Su cara ya lo decía todo. Más apurados de tiempo estaban aquellos con los que coincidí en el metro. Eran padres con sus hijos pequeños, todos ellos vestidos de rojiblanco de arriba abajo. Los niños tenían caras muy tristes. Les pregunté si después del pitido final iban a llorar y me dijeron que sí, que mucho. La verdad es que por experiencia sé que cuando tienes una corta edad y se va de tu equipo un jugador con el que te has hecho mayor, te cuesta muchísimo asimilar que la vida continúa sin que lo vuelvas a ver más defendiendo tus colores, cuanto más un estadio… Ya al llegar al bar que yo suelo frecuentar por aquellos alrededores, me sorprendió ver la cantidad de gente que ni había entrado al bar a ver el partido ni tampoco al Calderón: simplemente paseaban rodeándolo con las caras de melancolía.
El Athletic de Bilbao y Torres tuvieron que ser
El Athletic de Bilbao fue el equipo al que le tocó ser testigo de la tristeza rojiblanca. Resulta curioso, pues para quien no sepa los orígenes rojiblancos, el Atlético de Madrid fue fundado por estudiantes vizcaínos residentes en la capital de España y nació como una sucursal del Athletic de Bilbao. Su nombre original fue Athletic Club de Madrid. Sí, el día en que el Atleti se tuvo que despedir de su casa, ahí estaba su equipo padre para servirle como hombro en el que llorar.
Otro capricho del destino fue que Fernando Torres marcase un doblete. Siempre me ha llamado la atención el cariño y apoyo incondicional que la afición colchonera ha mostrado con este jugador independientemente de que este rinda más o menos. ¿Por qué lo hacen? Simplemente por el amor hacia los colores del Atlético que el Niño ha propagado a los cuatros vientos desde que comenzó su carrera deportiva. El resultado final fue 3-1, pero eso es lo de menos. El Atlético de Madrid iba a quedar tercero en la tabla sí o sí, así que lo único que importaba era tener una bonita despedida del Calderón. Y Fernando Torres la hizo más bonita y más emotiva. Se lo merecía. Por otra parte, cuando Ernesto Valverde decidió meter a Susaeta por Raúl García, tanto el estadio como el bar estallaban en aplausos. A ver, yo no puedo celebrar a lo bestia las victorias del Atleti como si fuera colchonera (salvo que juegue contra el Barça), pero las cosas como son: el delantero navarro fue en su momento una gran figura en el Calderón y solo por su trabajo bien hecho, también merecía un aplauso mío. Me hubiera encantado poder entrevistar a Raúl García (oye, y si él quiere, aquí estoy yo todavía) para preguntarle qué se le pasó por la cabeza cuando recibió ese aplauso del Calderón. Más tarde, el Cholo decidió cambiar a Fernando Torres por Kevin Gameiro y ni que decir tiene que todos los alrededores del Manzanares se vinieron abajo. Al Niño también le aplaudí por su labor bien hecha para su equipo.
El llanto de los bares
Si hay alguien que va a notar el cierre del Vicente Calderón son aquellos que trabajan en los bares de los alrededores. Según me contó uno de los camareros del bar que frecuento cada vez que voy por allí, ese negocio es un bar como otro cualquiera en su día a día, pero cada vez que hay partido, los ingresos se multiplican. Atrás quedarán las tardes de gloria donde no cabía ni un alfiler, donde todas las almas que podían caber en un aforo limitado se dejaban la garganta para animar a su equipo, donde todas esas almas dejaban su dinerito no en una copa de cristal que tienen prohibida exponer durante los días de partido, pero sí un gran vaso de plástico donde poder disfrutar de una buena cerveza fresquita. Eso es dinero y eso hace subir la economía. Porque sí, porque el fútbol también es dinero y no solo para aquellos que le dan patadas al balón.
Me imagino que el lunes se despertarían todos muy raros: levantarse y pensar que ya no volverán a tener más citas en el Vicente Calderón… He de decir que me hubiera encantado pasar más tiempo compartiendo emociones con la familia rojiblanca, pero es lo que tiene vivir en Madrid y que las distancias sean tan largas y si no me daba prisa, me iba a perder la cita de la Cibeles, que también la quería cubrir para Alrededor del estadio y no puedo estar en dos sitios a la vez. De todos modos, tengo apuntado en mi agenda volver a pasar por allí estos días para ver el después. El Vicente Caderón ya está vendido y no sé lo que harán los nuevos propietarios con él, pero pase lo que pase, ese terreno será rojiblanco de por vida. No me cabe la menor duda de ello.
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