24 Sep Alfonso Cabello vuelve a casa entre los aplausos de sus vecinos de La Rambla

Familiares y amigos acompañaron al doble medallista paralímpico desde su casa hasta el ayuntamiento en un paseo triunfal

Se acabaron los Juegos Paralímpicos y la delegación española ya está en casa. Ahora es tiempo de celebraciones y homenajes a los campeones por parte de sus seres queridos. Así ha sido el recibimiento que ha tenido Alfonso Cabello en su pueblo natal: el municipio cordobés de La Rambla. Y es que para definir lo que se siente cuando un paisano llega tan alto en la élite del deporte, todos los vecinos coinciden en una misma palabra: orgullo.

Paseo triunfal entre aplausos

Familia y amigos del deportista y miembros de la Peña Cicloturista La Rambla (donde empezó a dar sus primeras pedaladas de pequeño) esperaban a Alfonso Cabello en la puerta de su casa este viernes, 23 de septiembre. El doble medallista paralímpico salió sobre las ocho y media de la tarde acompañado de sus padres y su novia. De allí pusieron rumbo al Ayuntamiento de La Rambla mientras que por el camino, grandes y pequeños aplaudían al campeón por cada esquina que pasaba.

Acto en el ayuntamiento

El público se concentró en la puerta del ayuntamiento a la espera de que el ídolo local saliera a saludarlos. Antes de que llegara ese momento, las autoridades proyectaron en una pantalla gigante el vídeo que los rambleños hicieron antes de que Cabello partiese a Río deseándole suerte y las dos carreras en los Juegos Paralímpicos que lo llevaron al podio. El ciclista pudo verlos desde abajo acompañado nuevamente por su familia, su novia, el alcalde de La Rambla, Alfonso Osuna, y representantes locales tanto del PP como del PSOE.

Una vez dentro, Cabello firmó el Libro de Honores y Distinciones del Ayuntamiento de La Rambla y salió al balcón para dirigirse a toda a gente que se había concentrado allí para apoyarlo: «Muchas gracias a todos los que estáis aquí y a los que les hubiera gustado venir pero no han podido. Me gustaría explicaros lo que siento, pero los sentimientos se sienten, no se explican con palabras. Esta vez no he podido traer la medalla de oro, que es a lo que estáis acostumbrados». En ese momento, el público interrumpió su discurso para darle un aplauso. Después, Cabello continuó: «Muchas veces, las cosas no se resumen en ser primero, ser segundo o ser tercero, sino en superarme todos los días y mejorar mis marcas. En Río mejoré más que nunca y me quedo con eso más que con la medalla. Gracias a todas las personas que me habéis animado, que me habéis apoyado y que me habéis seguido y que hoy estáis aquí ayudándome a conseguir mis sueños y a luchar contra lo inluchable. Como decía mi padre cuando yo era pequeño: «Mala leche, aprieta los pedales y a seguir pedaleando». Espero seguir muchos años por aquí, pero todo lo que sube, baja y llegará un momento en que no gane y otros empiecen a hacerlo mejor que yo, por eso con lo que me quedo es con vuestro calor y con el presente. Quiero agradecer a mis padres, a toda mi familia y a todos los que habéis venido aquí. Aunque no esté tanto en La Rambla como me gustaría y me tenga que desplazar muchísimo, me siento rambleño, me siento cordobés. Vosotros sois los que hacéis que siga apretando y seguir luchando por mis sueños».

Alfonso Cabello recibió una placa conmemorativa por parte de las autoridades y la fiesta terminó con la firma de autógrafos para los aficionados.

Curiosidades de la medallas de Río

El ciclista rambleño no era la única imagen que pretendían capturar periodistas y curiosos, pues lo que también esperaban contemplar eran las ansiadas preseas con las que Cabello fue recompensado en Río. Alfonso guardaba una de ellas en el bolsillo y la sacó para unos pocos en la sala principal del ayuntamiento una vez pronunciado su discurso en el balcón. El motivo, según el velocista, es que el lazo de la medalla es bastante débil y si se pasa mucho tiempo aguantando el peso del metal, corre el riesgo de romperse. Otra de las curiosidades es que cuando se agita la medalla, parece un sonajero. Cabello explicó que todas las preseas tienen algo dentro, pero dependiendo de si son de oro, de plata o de bronce, suenan todas de distinta manera.