20 Sep Abraham Olano vs. Karim Benzema: méritos ensombrecidos
A veces, el nombre del autor de la victoria no coincide con el nombre de quien la confeccionó
Isabel Arroyo Sauces
Cuenta la leyenda que a la historia pasa únicamente el vencedor. Así como en un grupo musical, el líder es el cantante y los demás músicos solo ocupan un papel secundario. Sin embargo, todo el mundo sabe que Mecano nunca sería Mecano si no fuera por las composiciones de Nacho y José María Cano, tan importantes en el grupo como la voz de Ana Torroja. Así es el ciclismo, un deporte de equipo en el que el líder no es nadie sin sus gregarios. Así es el fútbol, donde los goles los marca el delantero (por norma general) con la ayuda de todo un equipo de mediocampistas que por detrás le hacen todo el trabajo.
Tanto el ciclismo como el fútbol son deportes de equipo, una maquinaria en la que trabajan todos a una. Por norma general, las portadas de los periódicos se llenan de titulares alabando al primero que cruza la meta o al goleador clave del partido. Sin embargo, hay casos en los que el presunto actor secundario cobra en la película tal papel que quizá no le haga pasar a ser el actor principal, pero sí a ganar el Óscar. Eso tiene mucho más nombre.
Abraham Olano y Miguel Induráin en el Mundial 1995
Abraham Olano es un nombre muy importante dentro de la historia del ciclismo español. Tanto es así que el guipuzcoano ha sido el primer corredor patrio en vestir del maillot arco iris, es decir, el primer español en proclamarse campeón del Mundo. Sin embargo, Olano coincidió en el tiempo con el gran Miguel Induráin y esa coincidencia ensombreció su leyenda. Tanto fue así que la sombra de Induráin no desapareció ni con la medalla de oro colgada al cuello de Abraham Olano. Bendito compañero de equipo.
Corría el año 1995 cuando el Mundial de ciclismo se celebraba en Colombia. Tras la prueba contrarreloj, donde Induráin ganó el oro y Olano, la plata; tocaba la carrera en ruta. Tan dura fue la carrera que después de 250 kilómetros recorridos, de 98 corredores que tomaron la salida, solo sobrevivieron 17, entre ellos, los españoles. Fue entonces cuando Abraham Olano decidió arriesgar mientras que Miguel Induráin se ocupaba de que nadie asaltara a su compatriota.
A solo una vuelta de llegar a la meta, el equipo español funcionaba como un perfecto engranaje. Por un lado, José María Jiménez fue el encargado de asaltar aquellos que querían alcanzar a Abraham Olano a base de ataques mientras que Miguel Induráin se encargaba de frenarlos.
El italiano Marco Pantani intentó recortar tiempo frente a Olano, pero ahí estaba Induráin para acercarse a su rueda. Los rivales consiguieron recortar distancias, pero el navarro no se quedó atrás. Cuenta la leyenda que Abraham Olano ganó el Mundial porque su compatriota lo dejó ganar. La realidad es que Induráin podría haber peleado por el oro, pero optó por ayudar a su compañero.
Por otra parte, ni Miguel Induráin ni Abraham Olano contaron con todos los factores externos a su favor, pues ambos sufrieron pinchazos en las ruedas. En el caso del guipuzcoano, la rueda trasera se le pinchó a pocos kilómetros del final. Había que arriesgar. Pararse a arreglar el problema supondría una pérdida de tiempo y con él, la pérdida de la medalla. Había que arriesgar a sabiendas de que una rueda pinchada en los últimos kilómetros puede frenar todo el esfuerzo para conseguir un sueño.
Finalmente, ni el peor de los contratiempos pudo con Abraham Olano, el cual cruzó la línea de meta en primera posición. Induráin quedó subcampeón del Mundo. Una medalla de plata y un trabajo en equipo bien hecho fueron la recompensa para el navarro, recompensa con la que Induráin llegó a adquirir incluso más protagonismo que Abraham Olano. Porque Miguel Induráin era mucho Miguel Induráin.
Del genio de Guti al gol de Benzema en Riazor
En la moda, las reglas están para romperlas; en el fútbol, las estadísticas también. Corría el año 2010 y tras una temporada nefasta para el Real Madrid donde se quedó en blanco (y para colmo, el Barcelona obtuvo el sextete), los entonces hombres de Manuel Pellegrini intentaban no descolgarse de la Liga para no volver a repetir catástrofe. Tocaba jugar contra el Deportivo de La Coruña a domicilio y las estadísticas no acompañaban, pues los blancos no ganaban en Riazor desde 1991. Vamos, que ni leyendas como Guti, Casillas o Raúl sabían lo que era ganar en ese estadio a pesar de que llevaban toda su vida jugando en el Madrid. Además, Cristiano Ronaldo no podía jugar por sanción.
Esteban Granero se encargó de abrir el marcador para el Real Madrid en el minuto 12 de cabeza. Corría el minuto 43 cuando el balón cayó en los pies de Kaká, el cual vio a Guti en una buena posición y no dudó en pasarle el balón. Aparentemente, Guti estaba en la posición perfecta para desafiar a Aranzubía, pero solo él sabía que Benzema se encontraba en una posición aún mejor. Fue por eso por lo que, estando solo frente al portero, dio un taconazo al balón para que el francés, que estaba solo, la encajase en la red.
Riki recortó distancias para el Dépor y Benzema marcó el gol definitivo, pero lo único que se repetía tanto en los medios como en los bares era el taconzo de Guti, la genialidad de Guti. Cierto es que Benzema era por aquel entonces un recién fichado que aún no había demostrado su valía y en aquel partido lo compensó con dos goles, pero sus tantos se vieron ensombrecidos por todo un veterano del feudo madridista: José María Gutiérrez.
Tanto Abraham Olano como Karim Benzema son dos ejemplos de victorias ensombrecidas. Suerte que practican deportes en equipo y en un equipo, sea quien sea el protagonista de las portadas, las victorias victorias son.
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